miércoles, 27 de diciembre de 2017

La Jungla de Cristal (Die Hard) (Análisis)

Bienvenidos a Nueva Attilan. Debido a las fechas en las que nos encontramos quería comenzar este blog repasando una de las películas más navideñas de toda la historia. Seguramente todos la hemos visto y todos sabemos lo buena que es, pero quizás nunca nos hemos parado a pensar en los detalles que la hacen tan buena. Por ese motivo redacto todo esto, pero antes de comenzar te advierto de que va a contener muchos spoilers, así que si no has visto esta joya cinematográfica deja ahora lo que estés haciendo (incluido leer esta publicación) y ponte a disfrutarla.

La película comienza con John McClane llegando al aeropuerto de Los Ángeles. La primera información que nos dan del personaje es que es policía, pues se lo dice al tío random que se sienta a su lado en el avión después de que este le dé un consejo de mierda sobre quitarse los zapatos para relajarse. Este detalle no es fundamental en la trama, pero aporta bastante a las futuras escenas de acción y da pie a algún chascarrrillo.
Tras salir del avión John es recogido por Argyle, un novato chófer de limusina. En primera instancia Argyle no es usado para introducirnos un personaje más, sino que es usado para presentarnos formalmente a John. Gracias a la conversación que tienen sabemos por qué está en Los Ángeles y que su matrimonio no está en una buena situación. Ya en el Nakatomi Plaza, el edificio donde trabaja la mujer de John, Holly, vemos por primera vez la avanzada tecnología del edificio, porque como dice el vigilante de seguridad: si tienes que mear el ordenador te dice dónde está la bragueta. Aquí hasta los personajes más secundarios tienen personalidad. Mientras todo esto sucede Argyle se queda literal y figuradamente aparcado, y sus siguientes apariciones a excepción de las dos últimas se verán limitadas a breves respiros cómicos, lo justo para que no nos olvidemos de él.

Cuando John llega al piso 30 del Nakatomi conoce a Takagi, el jefe de la empresa, y a Ellis, el compañero de trabajo que no nos cae bien.
La película avanza con el drama de pareja mientras los terroristas entran en el edificio. Lo interesante de la escena esta vez es la música, pues es la que nos indica que algo malo pasa con estos tipos y queda verificado con el disparo al vigilante con personalidad. Cuando los terroristas llegan al piso 30 ocurre la primera intervención de Hans, interpretado magníficamente por Alan Rickman. Mientras el jefe se esconde Hans te cuenta la biografía de Takagi, porque no puede quedar ningún personaje sin desarrollar y a este se lo van a cargar en los próximos diez minutos de película. Es en este tiempo cuando los malos revelan su plan de robar dinero, para lo que tendrán que obtener 7 claves de la caja fuerte, la cual una es imposible de conseguir según el informático malo. Pero bueno, son optimistas y siguen hacia delante con el plan.
La astucia de Hans entra en juego cuando John hace sonar la alarma de incendios pues no solo controla la situación sino que pide a sus colegas que investiguen el piso donde suena la alarma. En ese piso tenemos la primera escena de acción y el primer terrorista muerto, curiosamente de forma accidental, pero John toma ventaja del accidente para mandar un mensaje navideño a Hans y compañía. Aquí toma forma otro personaje: Karl. Y es que da la casualidad de que el terro muerto es el hermano de Karl. Porque un malo chungo mola, pero un malo chungo con una historia de venganza personal a cuestas mola más.

La acción sigue y prosigue con McClane correteando descalzo por el edificio intentando contactar con la poli mientras los malos corretean por el edificio buscándole y de vez en cuando encontrándole. La diferencia ahora es que ahora los terroristas no mueren accidentalmente, gracias al “consejo” de uno de ellos. En estas escenas destacan los planos de cámara que nos dan una sensación de estrechez en los pasillos del edificio y los conductos de ventilación, así como nos muestra las estructuras de los pisos donde se desarrolla la acción para que no nos perdamos en ningún momento.



La poli recibe el aviso y entra en escena Al Powell, que a lo largo de la historia demostrará su gran intuición como policía. Y es que si este hombre hubiera estado a cargo de la operación antiterrorista la película hubiera acabado en los quince minutos siguientes, pero por fortuna del espectador tenemos al mando a personajes mucho más ineptos que nos regalan más escenas de acción. Es en la incursión que la poli hace en el edificio donde se nos muestra que los terroristas del Nakatomi no son una amenaza cualquiera, y que el jefe de policía de Los Ángeles no tiene ni idea de cómo manejar la situación.
Otro papel fundamental de Powell es ser el único apoyo moral de McClane y lo interesante de la relación de ambos personajes es que nosotros vamos conociendo a Powell al mismo tiempo que John.

En la fiesta tenemos más desarrollo de Holly y su capacidad de liderazgo y de Ellis y su capacidad de cagarla, mientras que fuera del edificio se abre una pequeña subtrama protagonizada por un periodista que intenta sacar información sobre McClane. Gracias a ambas subtramas cuidadosamente hiladas Hans averigua todo lo que tiene que saber de su enemigo. También gracias a la tele los personajes y los espectadores sabemos un poco más acerca de Hans Gruber. La televisión es un elemento que no solo sirve de información entre el interior y el exterior del Nakatomi sino que sirve de medio de información entre nosotros y la propia película.
Se nos presentan críticas al periodismo en varias ocasiones: los expertos hablando en programas sin tener información suficiente, la enemistad entre los propios periodistas y sus recursos sucios para obtener lo que quieren.

Pasamos ahora a hablar del FBI y sus agentes Johnson que todo lo hacen mal a pesar de creer estar haciéndolo bien. Gracias a su estrategia de cortar la luz los terroristas pueden abrir la última cerradura. Un milagro sí, hasta ellos lo saben. Este triunfo de los malos queda muy bien acompañado con el himno de la alegría de fondo, siendo mucho más satisfactorio si te diste cuenta de que en otra escena previa Hans silbaba la misma melodía.

Hablando de Hans, es casi gracioso cómo el personaje mantiene durante gran parte de la película un tono frío y calmado y a medida que le van tocando las pelotas se va enfadando más, dando lugar a un Hans más impulsivo e irreflexivo. A lo largo de la película va dando más relevancia a matar a John que a huir con el dinero, y al final es lo que le cuesta la vida. Ya tenía lo que quería y solo le quedaba escapar, pero en lugar de eso decide vengarse de McClane.
Ya en la escena final tenemos la famosa caída de Gruber desde el Nakatomi. Un detalle curioso es que el malo se engancha de Holly del mismo reloj del que presumían sus compañeros al comienzo de la película.
No me olvido de Argyle, quien vuelve a tener relevancia al evitar que el informático escape con el dinero. Aplaudo a los guionistas en este caso porque consiguen darle otra función importante a un personaje que ya había servido a la trama.

Llega el final y las dos subtramas abiertas se cierran rápida y eficazmente: el periodista recibe lo que se merece, o sea un puñetazo, y Powell mata a Karl superando así el trauma que le impedía disparar armas. No se explica cómo Karl seguía vivo después de que le ahorcasen con cadenas y explotasen el piso donde él estaba, pero se necesitaba un terrorista vivo para cerrar la trama de Powell y la verdad es que no hay ningún candidato tan badass como Karl.

Lo que más me gusta de Die Hard como saga es la importancia que se le da a cada personaje. A todos se les dota de personalidad y eso consigue que los diálogos se vean muy naturales. Si algo no está puesto para desarrollar a un personaje es porque hace avanzar la trama. Al final nada sobra.

La cinta termina con el Let it snow de Frank Sinatra porque no podemos olvidar que al fin y al cabo es una peli navideña con todos sus elementos: un hombre que vuelve con su familia por Navidad, una pareja reconciliándose, una fiesta de empresa, hay amistad, dinero, explosiones…
Tengo por costumbre verla todos los 25 de diciembre, y como diría Argyle: si así paso yo la Navidad, ¡imaginaos el año nuevo!

¡Bienvenidos a Nueva Attilan, feliz Navidad, feliz 2018, y yippie kay yay, hijos de puta!





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